LA IMPORTANCIA DE LAS CLASES PRESENCIALES.
Desde que se decretó la suspensión de clases como consecuencia de la emergencia sanitaria, toda la comunidad educativa ha debido adaptarse para dar continuidad al proceso educativo mediante la educación remota. Ello ha implicado una serie de dificultades, que van desde las condiciones necesarias que debe tener un hogar para un correcto ambiente de aprendizaje, pasando por las dificultades de conectividad que tienen muchas familias, la falta de herramientas de los padres para guiar el proceso de enseñanza, hasta las propias problemáticas que han tenido los colegios y docentes para la virtualizar sus asignaturas.
Si bien se han hecho los esfuerzos necesarios para hacerse cargo de estas dificultades y entregar el apoyo que requieren las familias, es necesario tener presente las consecuencias que ello puede traer en el desarrollo del niño.
El siguiente análisis busca medir el impacto que puede tener una educación de estas características en los niños, versus una educación presencial, con el objetivo de evaluar la medida adoptada por el Ministerio de Educación de adelantar las vacaciones de invierno.
A continuación, se ordenan los resultados de estudios según la naturaleza o ámbito que abordan:
Alfabetización digital
Nuestro país ha participado en una serie de estudios sobre el uso de las TIC2 tanto a nivel internacional (PISA, ICILS) como nacional. Sobre estas últimas, se aplicó en dos oportunidades el “SIMCE TIC”, cuyos resultados arrojaron que persisten grandes diferencias tanto en las oportunidades de acceso y uso de las tecnologías en función de las características socioeconómicas de los alumnos (Enlaces, 2014).
Por su parte, en ambas mediciones se observó un escaso desarrollo en habilidades asociadas a la gestión y comunicación de la información, además de un bajo impacto en los logros de aprendizaje. 46% de los estudiantes evaluados no contaba con el nivel mínimo de competencias esperadas y no hubo cambios en el promedio de lenguaje y matemática para los estudiantes evaluados. De esto se concluye que el acceso y uso de las TIC no son suficientes para desarrollar habilidades digitales.
En el ámbito educativo se asocian al aprovechamiento de la tecnología para el mejoramiento de la calidad educativa.
Por su parte, Cerisier y Popuri (2011) señalan que existe una resistencia por parte de los alumnos a la adopción de la tecnología en la enseñanza. La hipótesis de los autores es que la innovación tecnológica requiere un esfuerzo adicional, el cual los alumnos no están dispuestos a realizar debido a que no ven una ganancia en ello.
Otra razón esgrimida por los autores es que a medida que los alumnos crecen se van volviendo, paradójicamente, más conservadores y receptivos a lo que ya conocen, es decir, a las metodologías de enseñanza presencial.
En línea con la anterior, resultados recientes de una encuesta aplicada a adolescentes de Estados Unidos revelan que aprendizaje a distancia ha estado lejos de ser un sustituto universal, toda vez que se registra un bajo acceso a las plataformas virtuales: 41% de los encuestados refiere no haber asistido a ninguna clase presencial, siendo mayor ese porcentaje entre alumnos de escuelas públicas. Además, los encuestados refieren que un bajo nivel de interiorización de los contenidos enseñados.
Con todo, el foco de la educación digital está en promover la autonomía y participación activa por parte de los estudiantes (Kumar, 2019; Joosten, 2018), sin embargo, los estudiantes más jóvenes no tendrían la suficiente autodisciplina y nivel de autonomía necesarios para llevar a cabo el conjunto de tareas y evaluaciones que son un componente central de la educación remota.
Docentes
Estudios de organismos internacionales indican que los profesores representan el impacto más directo en el aprendizaje de los estudiantes, incluso más que la estructura del establecimiento, gobernanza o sistema de rendición de cuenta (OCDE, 2015; BID, 2017). Por tanto, el rol de los docentes es clave sobre todo en momentos de emergencia como el que estamos viviendo.
Sin embargo, los resultados de la encuesta TALIS 2018 (OCDE, 2019) muestran que el desarrollo de habilidades avanzadas en el manejo de las TIC es un área en el que los docentes dicen no sentirse preparados para enseñar, además de requerir un mayor nivel de capacitación. Adicionalmente, Ayala (2014) expone que el proceso de formación de los docentes en nuestro país está abocado principalmente a la enseñanza presencial, donde la interacción física se constituye como el mecanismo de enseñanza más efectivo, por lo que existe poco espacio en los planes de estudio y mallas curriculares para la formación en TICs (Silva et. al, 2019).
Por su parte, existe consenso en la literatura que el diseño de un curso o programa online es muy distinto a uno presencial, por lo que un proceso de virtualización forzoso como el que estamos viviendo puede afectar la frecuencia y calidad de la interacción docente-alumno, sobre todo en estudiantes de menores recursos o con necesidades educativas especiales (Jara, 2016)
Proceso formativo- pedagógico
A nivel internacional, estudios que han evaluado el desempeño académico de los alumnos frente a emergencias sociosanitarias concluyen que existen efectos negativos tanto en el corto como en largo plazo, lo que se traduce en menores puntajes en pruebas estandarizadas, mayores probabilidades de repitencia del año escolar e incluso menores posibilidades de acceder a la educación superior (CME, 2020; EducationNext, 2016).
Existe amplio consenso en la literatura que la asistencia es un factor decisivo en el desempeño académico de los estudiantes (Paredes et al., 2009; MINEDUC, 2019). En tal sentido, si el proceso de enseñanza se ve truncado, ya sea por la baja asistencia del alumno o por condiciones contextuales que impiden la presencia de éste, aumentan las probabilidades de repitencia y deserción.
Para el caso de los estudiantes de enseñanza preescolar y/o básica de primer ciclo, estudios muestran que un temprano acceso al espacio educativo afecta positivamente el desarrollo de las habilidades socioemocionales y cognitivas de los niños, permitiendo así disminuir las brechas educacionales. Por lo que ante un periodo prolongado donde el proceso de enseñanza es menos intenso y constante que el normal, existe el riesgo que aumenten dichas brechas.
Ámbito Social-político
En el ámbito social, la escuela aparece como el espacio socializador por excelencia, toda vez que permite la interacción entre pares y docentes-alumnos. Es en dicho diálogo que los estudiantes adquieren elementos para la formación de su identidad personal y social (Durkheim, 1922; Piaget, 1985). Sin embargo, frente al cierre de las escuelas, y en contextos con bajo acceso a las TIC, las posibilidades de interacción se vuelven prácticamente nulas, a lo que se suma que muchas veces la educación remota no ha podido dar respuesta a esta problemática (jara, 2016).
En lo que respecta a la dimensión psicoemocional, la Organización Mundial de la Salud (OMS), frente al contexto actual, ha señalado que es probable que gran parte de la población presente, en algún momento, estrés y/o ansiedad como consecuencia de los cambios de hábito y la suspensión de las actividades educativas presenciales. Episodios que pueden verse agravados frente a las condiciones de habitabilidad de la población.
Adicionalmente, el confinamiento en el hogar también podría tener efectos en la salud física de los niños, quienes experimentarán dificultades para realizar actividad física, lo que podría repercutir en su salud cardiovascular y musculoesquelética futura, sobre todo considerando que un 25% de los alumnos primero básico tiene obesidad. A lo anterior, se debe incluir los potenciales efectos nocivos que conlleva la exposición prolongada a una pantalla (Lancet Child Adolesc Health, 2020).
En el ámbito de las políticas públicas, una de las medidas adoptadas de mayor envergadura fue el establecimiento de la Jornada Escolar Completa a fines de la década de los 90’s. Si bien no existe consenso sobre su efectividad a nivel académico, la medida ha sido valorada positivamente por los apoderados, toda vez que disminuye el riesgo de “estar en la calle” (DESUC, 2005). Sin embargo, ante el contexto actual, en muchos hogares los padres deben salir trabajar, dejando los niños solos en sus casas, aumentan los factores de riesgos asociados a la deserción escolar (Tsukame,2010).
Por otro lado, en muchas ocasiones, las familias de los estudiantes no tienen la preparación, la tecnología y/o los medios necesarios para facilitar el aprendizaje. Por lo que las familias podrían ser aún más desiguales que las propias escuelas.
Resultados de la encuesta Longitudinal de Primaria Infancia así lo confirma: un 32% de los niños no leyó ningún libro el mes pasado, un 56% refiere que nadie de su grupo familiar lo motivó a que leyeran juntos y un 63% de ellos ha sido víctima de algún tipo de maltrato violento, psicológico y/o físico, como método de disciplina por parte de sus cuidadores (MIDESOL, 2017).
Así, ante el escenario actual, la escuela aparece como un espacio de seguridad donde los alumnos pueden poner “entre paréntesis” sus problemas personales, familiares y barriales (Agencia de la Calidad de la Educación, 2015).
Conclusión
En suma, si bien la educación remota puede ofrecer herramientas que permitan complementar el proceso de enseñanza y bajo las circunstancias que vivimos se vuelve la única manera de dar continuidad a los procesos de aprendizaje, se debe tener claro que este tipo de enseñanza, no logra reemplazar a la enseñanza presencial, además que requiere de un nivel de autonomía, participación activa y desarrollo de habilidades digitales que no todos los estudiantes tienen, sobre todo los más pequeños y quienes tienen necesidades educativas especiales, lo que puede significar un aumento de las brechas de aprendizaje, además de impactar en las habilidades sociales del niño.
En definitiva, las clases presenciales no sólo tienen un fin respecto a entregar una adecuada enseñanza para el logro de los aprendizajes, sino que también permiten el desarrollo socioemocional del niño. Así, el desafío no solo recae en los establecimientos, sino también en las comunidades educativas, centros de salud y entidades locales para abordar de forma conjunta las necesidades psico socioeducativas de los estudiantes.
FUENTE: Análisis Abril 2020 www.accioneducar.cl